- Investigadores sugieren que dos meteoritos hallados en África podrían proceder de Mercurio.
- Las rocas presentan similitudes químicas y mineralógicas con la corteza mercuriana, según datos de la sonda Messenger.
- Existen discrepancias en la edad y composición de los meteoritos respecto a la superficie actual de Mercurio.
- La posibilidad de confirmar el origen de estos meteoritos depende de futuras misiones y nuevos análisis.
El hallazgo de dos meteoritos en el norte de África podría cambiar lo que sabemos sobre la procedencia de los fragmentos extraterrestres que llegan a la Tierra. Especialistas han analizado en profundidad estas rocas y consideran que podrían estar ante los primeros meteoritos de Mercurio encontrados en nuestro planeta, uno de los grandes misterios de la cosmología que ahora parece más cerca de resolverse.
Hasta la fecha, la mayoría de los meteoritos que impactan en la Tierra provienen del cinturón de asteroides situado entre Marte y Júpiter. Sin embargo, en los últimos años se han identificado fragmentos llegados de lugares tan remotos como la Luna y Marte, impulsados por grandes colisiones que los expulsaron al espacio. Ante esta dinámica, surge la duda de por qué nunca se había confirmado la procedencia mercuriana de algún meteorito, pese a que Mercurio es un planeta rocoso como la Luna o Marte.
Una investigación que desafía lo establecido
El estudio reciente, publicado en la revista Icarus, señala que los meteoritos conocidos como Ksar Ghilane 022 y Northwest Africa 15915 podrían provenir de la superficie de Mercurio. El equipo de científicos ha encontrado una notable coincidencia entre la composición química y mineralógica de estas muestras y los datos sobre Mercurio obtenidos por la sonda Messenger de la NASA. Los minerales analizados – olivino, piroxeno, ciertas cantidades de plagioclasa y oldhamita – son precisamente los que se espera hallar en la corteza mercuriana según las estimaciones actuales.
La firma de oxígeno de estos meteoritos también resulta compatible con las aubritas, una clase de meteoritos ya vinculada a grandes cuerpos planetarios. Este dato refuerza la posibilidad de un origen común, aunque aún existen ciertas incertidumbres que impiden una confirmación rotunda.
El principal escollo para certificar el origen mercuriano de estas rocas radica en su edad. Ambos meteoritos han sido datados en unos 4.528 millones de años, mucho más antiguos que las regiones de Mercurio más viejas conocidas actualmente, cuya formación no supera los 4.000 millones de años. Esta diferencia podría deberse a que las muestras proceden de una etapa primigenia de Mercurio, cuyos vestigios han desaparecido por procesos volcánicos, impactos o la erosión del tiempo.
Otra dificultad es la cantidad de plagioclasa presente: en los meteoritos apenas se detecta, mientras que en la corteza de Mercurio constituiría más del 37%. Aunque esto no anula la hipótesis, añade complejidad al proceso de identificación final.
No disponer de muestras directas de Mercurio hace que la comparación sea especialmente ardua. Mientras que en el caso lunar se contó con materiales traídos por las misiones Apolo, y en Marte se han comparado gases atrapados en meteoritos con los medidos por sondas, en Mercurio la investigación depende por completo de los datos enviados por naves automáticas.
Perspectivas y consecuencias de un hallazgo sin precedentes
Confirmar que estos meteoritos provienen de Mercurio tendría implicaciones enormes para la ciencia. Sería la primera vez que se podría estudiar in situ la composición y geología del planeta más cercano al Sol. Esto ayudaría a entender su historia temprana, revelar detalles sobre su evolución geológica y arrojaría luz sobre los procesos violentos que modelaron los planetas interiores del Sistema Solar.
En la actualidad, gran parte de la esperanza está puesta en las observaciones que realizará la misión BepiColombo, un proyecto conjunto europeo y japonés destinado a recabar información de altísima resolución sobre Mercurio. Sus datos podrían aportar la clave definitiva para resolver esta cuestión y establecer o descartar el vínculo entre los meteoritos africanos y el planeta más pequeño del sistema solar.
Por el momento, Ksar Ghilane 022 y NWA 15915 se mantienen como sólidos aspirantes a convertirse en los primeros meteoritos de Mercurio reconocidos por la comunidad científica. El debate sigue vivo y se prevé que sea uno de los temas principales en los próximos congresos internacionales de meteorítica, donde la comunidad buscará llegar a un consenso respaldado por nuevas evidencias.
La posibilidad de tener entre manos un trozo real de Mercurio, pese a las incógnitas, acerca la ciencia a responder una de las grandes preguntas sobre el origen y el viaje de los cuerpos rocosos por el Sistema Solar.