- El cerebro humano emite luz ultradébil detectada con avanzados sensores en condiciones de oscuridad total.
- Estas emisiones, llamadas biofotones o UPEs, varían en intensidad según el nivel de actividad neuronal y podrían reflejar el metabolismo cerebral.
- La técnica fotoencefalografía permite registrar la luz cerebral como una posible alternativa no invasiva para estudiar funciones y enfermedades del cerebro.
- El descubrimiento abre nuevas vías en neurociencia para entender mejor la relación entre luz, comunicación neuronal y salud cerebral.
El cerebro humano emite una luz extremadamente tenue que ha despertado el interés de la comunidad científica internacional. Aunque resulta invisible al ojo humano, este fenómeno se puede medir mediante tecnologías avanzadas y su estudio podría suponer una auténtica revolución en el conocimiento de cómo funciona nuestro sistema nervioso.
Recientes investigaciones han logrado detectar y registrar este resplandor cerebral, mostrando que no es siempre igual, sino que cambia según el tipo de actividad neuronal que se produce. Esta señal luminosa, conocida en la literatura biomédica como biofotones o emisiones fotónicas ultra débiles (UPEs), podría aportar información complementaria a las técnicas de imagen tradicionales.
¿Qué son los biofotones y por qué aparecen en el cerebro?
Los llamados biofotones son partículas de luz generadas espontáneamente por los procesos metabólicos de los tejidos vivos. En el caso del cerebro, su origen se encuentra principalmente en la respiración celular y el estrés oxidativo, procesos habituales en la actividad diaria de las neuronas. Las moléculas excitadas dentro de las células liberan energía en forma de fotones que, aunque muy débiles, pueden ser detectados en condiciones de oscuridad con instrumentos como tubos fotomultiplicadores.
A diferencia de la bioluminiscencia que conocemos por animales como las luciérnagas, estas emisiones no requieren de enzimas específicas, se producen de manera continua y natural, y su rango de longitud de onda suele estar entre los 200 y 900 nanómetros, abarcando el espectro visible y parte del ultravioleta.
Descubriendo cómo el cerebro brilla: El experimento y sus resultados
En experimentos realizados recientemente, voluntarios fueron colocados en habitaciones completamente oscuras y se les pidió realizar diferentes tareas cognitivas mientras se registraban tanto su actividad eléctrica cerebral como las emisiones de luz fotónica. Para ello, se emplearon sensores sensibles situados en distintas zonas del cráneo (como el lóbulo occipital y el temporal derecho), y se monitorizó el fondo de luz ambiental para diferenciar la señal cerebral real del ruido exterior.
Los expertos detectaron que las emisiones de luz no solo están presentes en reposo, sino que aumentan o disminuyen dependiendo de la actividad mental que realiza la persona. Por ejemplo, cerrar los ojos o concentrarse en un estímulo sonoro provocaba cambios en la intensidad del brillo cerebral. Además, se observó una correlación entre las ondas cerebrales de tipo alfa y el aumento de biofotones, especialmente en la región occipital.
¿Cómo se diferencia la luz cerebral del ruido ambiental?
Uno de los principales retos para los científicos fue demostrar que estas señales luminosas tienen un patrón específico y no son simples artefactos de laboratorio. Para ello, se analizaron varios parámetros como la variabilidad de la señal, su entropía y los patrones espectrales. Los datos revelaron que la luz emitida por el cerebro muestra una mayor complejidad y una estructura rítmica especial, distinta al fondo ambiental. Esto refuerza la idea de que estas emisiones están directamente asociadas a la actividad neuronal y no pueden atribuirse a factores externos.
Se cree que estos patrones podrían servir en el futuro como marcadores ópticos del estado funcional cerebral, facilitando así el estudio de procesos mentales de manera no invasiva.
La fotoencefalografía: Una nueva ventana para explorar el cerebro
Ante estos hallazgos, los investigadores proponen desarrollar la fotoencefalografía, una técnica que permitiría registrar la luz cerebral emitida de forma natural para analizar el funcionamiento del cerebro. Esta metodología no requiere radiación, campos magnéticos ni dispositivos invasivos, lo que la convierte en una posible alternativa más segura frente a la resonancia magnética funcional o la tomografía por emisión de positrones (PET).
Si se perfecciona, la fotoencefalografía podría ser muy útil en el diagnóstico de patologías neurodegenerativas, lesiones o tumores cerebrales, permitiendo evaluar los cambios metabólicos a través de la simple detección de biofotones. Los científicos coinciden en que queda mucho por investigar, sobre todo para mejorar la resolución y precisión de los sensores y determinar si cada persona posee una firma luminosa individual según su estado psicológico o de salud.
Este avance ha generado un interés renovado en la comunidad neurocientífica, que ahora busca descubrir si las neuronas realmente pueden comunicarse entre sí mediante señales luminosas y cómo esta información podría mejorar el tratamiento o monitoreo de diferentes enfermedades cerebrales.
Las nuevas investigaciones sobre las emisiones de luz del cerebro abren la puerta a tecnologías de monitorización más personalizadas y menos invasivas, ampliando nuestra comprensión del cerebro y explorando la posibilidad de «ver» cómo pensamos y sentimos a través de la luz que emitimos en silencio.