El equilibrio se rompe: el hemisferio norte se oscurece más rápido que el sur

Última actualización: 05/10/2025
Autor: Isaac
  • El albedo hemisférico pierde simetría: el norte se oscurece con mayor rapidez.
  • Causas combinadas: menos aerosoles en el norte, deshielo, más vapor de agua y nubes que no compensan.
  • Datos clave: divergencia de 0,34 W/m² por década y cambio de signo entre 2001-2005 y 2020-2024.
  • Impactos: calentamiento más acelerado en el norte, desplazamiento de lluvias y ajustes en los modelos climáticos.

Albedo hemisférico y oscurecimiento

Durante décadas se dio por sentado que la Tierra mantenía una simetría de albedo entre norte y sur, es decir, que ambos hemisferios reflejaban cantidades casi idénticas de luz solar hacia el espacio. Esa regla no escrita del sistema climático se ha quebrado: una nueva investigación apunta a que el hemisferio norte se oscurece más deprisa que el sur.

El trabajo, publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences y liderado por Norman Loeb (NASA Langley), compila 24 años de observaciones satelitales. Sus resultados obligan a revisar supuestos de los modelos que se usan para anticipar el calentamiento y la distribución de lluvias, porque el planeta ya no refleja la radiación de forma equilibrada.

Qué revela el nuevo análisis satelital

Observaciones satelitales del balance radiativo

Los instrumentos CERES (Clouds and the Earth’s Radiant Energy System) muestran que la energía solar media que entra en el sistema se mantiene en torno a 240–243 W/m², pero emerge una divergencia estadísticamente significativa: el desequilibrio entre hemisferios aumenta a un ritmo de 0,34 W/m² por década. En términos climáticos, no es una variación menor.

En los primeros años analizados (2001–2005), el hemisferio sur absorbía más que el norte, con una diferencia de 0,20 W/m². La tendencia dio la vuelta: entre 2020 y 2024, el hemisferio norte pasó a absorber 0,54 W/m² más que el sur. El incremento se concentra en la franja de 20°–42° N, señal de que no es un fenómeno uniforme sino intensificado en regiones clave.

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Aunque los intercambios de calor entre océanos y atmósfera suelen amortiguar diferencias, el periodo reciente muestra que esa compensación no bastó. La asimetría que surge desde comienzos de siglo se ha consolidado, rompiendo la aparente estabilidad previa.

Las nubes, llamadas a actuar como “corrector” del sistema, no han logrado equilibrar el desajuste; su comportamiento en la atmósfera es clave. Se observa menos nubosidad con efecto reflectante en latitudes del norte, mientras que en trópicos y extratrópicos algunas señales opuestas apenas compensan de forma parcial.

Por qué el norte se oscurece más de prisa

Factores que modifican el albedo terrestre

Una pieza importante es el retroceso de hielo y nieve en el Ártico. Superficies claras que actuaban como espejo dan paso a océanos y suelos más oscuros, que absorben más radiación. Sumado al aumento de vapor de agua, el balance energético del norte se inclina hacia una mayor retención de calor.

Otro factor decisivo es la reducción de aerosoles en Estados Unidos, Europa y China. Las políticas de aire limpio han disminuido las partículas que antes reflejaban parte de la luz solar. Beneficioso para la salud, sí, pero con un efecto colateral: menos reflejo atmosférico y un hemisferio norte relativamente más oscuro.

En el sur, en cambio, eventos puntuales elevaron temporalmente la carga de partículas: los incendios de Australia (2019–2020) y la erupción del Hunga Tonga (2021–2022) inyectaron aerosoles adicionales. Aun así, su impacto fue transitorio y no compensó la tendencia global.

En paralelo, se constatan cambios en la nubosidad: en zonas del hemisferio norte, las nubes que más reflejaban han disminuido; en los trópicos y extratrópicos hay señales mixtas. La teoría de que las nubes “cerrarían” automáticamente el desequilibrio no se está verificando en estas dos décadas de datos.

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Consecuencias observadas y posibles impactos

Impactos climáticos de la asimetría hemisférica

El norte se calienta más rápido que el sur, con una diferencia de tendencia de 0,16 °C por década. Esto acelera fenómenos ya en marcha: más olas de calor, derretimiento de glaciares y estrés térmico en regiones densamente pobladas.

El índice de precipitación tropical sugiere un desplazamiento hacia el norte de la Zona de Convergencia Intertropical (ITCZ), con menos nubes y lluvia en el sur de los trópicos respecto al norte. En las latitudes extratropicales, las nubes del hemisferio norte reflejan menos que las del sur, reforzando la asimetría.

La redistribución de la energía puede afectar la circulación atmosférica y oceánica a gran escala. Algunas señales apuntan a cambios en corrientes y en la ubicación e intensidad de sistemas de tormenta, con implicaciones para la agricultura, la gestión del agua y la resiliencia de las comunidades.

Si la tendencia continúa, se esperan ajustes adicionales en regímenes de lluvia y en la dinámica de monzones y frentes. No se trata de un cambio puntual, sino de un empujón sostenido al sistema que puede amplificar fenómenos extremos.

Incertidumbres, modelos y próximos pasos

Modelización climática y albedo

El estudio pone en cuestión un supuesto clásico de los modelos: que la simetría hemisférica se mantendría gracias a ajustes de las nubes. De hecho, las simulaciones actuales presentan discrepancias de hasta ±5 W/m² en la diferencia de albedo, un margen que limita la capacidad de proyección regional.

Expertos externos piden prudencia y series más largas. Se plantea que, en escalas temporales mayores, las nubes podrían recuperar parte del equilibrio, pero los datos de estas dos últimas décadas no muestran un reequilibrio automático. La recomendación es reforzar y ampliar las observaciones para afinar las predicciones.

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Hay una lección de política pública: la limpieza del aire mejora la salud pero altera la reflectividad del sistema. Comprender y gestionar estas interacciones no intencionadas será clave para ajustar estrategias de mitigación y adaptación sin perder de vista efectos colaterales.

A la luz de las observaciones satelitales, todo apunta a que la Tierra ha dejado de reflejar la luz de forma simétrica: el hemisferio norte acumula más energía y lo hace con mayor rapidez. Las causas —aerosoles, cambios en superficies, vapor de agua y nubosidad— encajan entre sí, y los impactos ya se dejan ver en temperaturas, lluvias y circulación. Queda por resolver cuánto durará esta fase y si el sistema podrá reequilibrarse a escalas más largas, pero el giro de las dos últimas décadas exige atención y mejora continua de los modelos.

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